Digo que se veía venir. El PSOE ha llegado a un estado de descomposición alarmante. Y es que en cuanto pasan democráticamente a la oposición, ponen una moción de censura; bien al gobierno (legislatura pasada), bien a ellos mismos (en la actual). De locura.
Estos últimos días hemos asistido al penúltimo espectáculo socialistero de Motril: un grupo de afiliados socialistas ponen una moción de censura contra los actuales mandatarios de la Rambla de Capuchinos. Encabezados por don Luis Rubiales, ex-alcalde de Motril y ex-delegado de la Junta de Andalucía, y, como no podía ser menos, armados de valor y coraje contra la, hasta hoy, Secretaria General, doña Flor Almón y, por supuestísimo, contra el portavoz municipal, don Manuel Albarral.

Que el PSOE necesita un cambio, es imnegable, pero éste no debe ser abanderado por "ex" cargos que ya tuvieron su oportunidad y ya demostraron su valía política, unos menos que otros. Lo que pasa es que estas personas, y la mayoría de los socialistas en general, no pueden estar sin el sillón, sin el chófer, sin la secretaria, en definitiva, sin el poder. Y ahora, queridos lectores y lectoras, toca opositar algunos años, no más de los treinta que mantuvo y retuvo la progresía motrileña del despilfarro, el enchufismo y la dejadez.
Estoy seguro que esto no acaba más que empezar. La patología del poder es evidente que ha llegado a la motrileña Rambla de Capuchinos y, próximamente, llegará a la granadina Torre de la Pólvora y, justo después, llegará a la sevillana calle San Vicente y, por supuesto, a la madrileña calle Ferraz. En Motril, Granada, Andalucía y España ya hemos visto bastante progre de salón, jamón y sillón.